martes, 4 de enero de 2011

Literatura y Escritura femenina en América Latina , Sara Beatriz Guardia


En primer lugar agradezco la invitación que me permite estar hoy con ustedes y unirme al homenaje tributado a las escritoras Zélia Gattai, Valdelice Pinheiro, y Elvira Schaun Foeppel, que han contribuido de manera notable con la literatura brasileña y de América Latina. Zélia Gattai, viuda del célebre escritor Jorge Amado, es autora de nueve hermosos libros de memorias, y Valdelice Soares Pinheiro, poeta y filósofa, es una de las fundadoras de Universidad Estadual de Santa Cruz, institución que hoy acoge este evento organizado por ANPOLL. Mientras que Elvira Schaun Foeppel, tuvo una destacada presencia en el movimiento cultural de Brasil, y e autora de tres libros en géneros literarios diferentes.
Utilizaré en este trabajo el término literatura escrita por mujeres, aunque no cuestiono el término literatura femenina en su definición de conjunto de textos literarios producidos por mujeres, ni menos escritura femenina, que abarca el hecho de que las mujeres han participado en la actividad de escribir, y que la literatura es el modo privilegiado en que su escritura se manifiesta1. Expresión que se ha producido en sociedades jerárquicas y con estructuras patriarcales, en el contexto de la dominación española y portuguesa que originó un encuentro violento entre dos mundos, y significó el comienzo de una relación plena de conflictos, acuerdos y discrepancias, donde la exclusión y marginalidad de las mujeres indígenas estuvo en la base de la construcción de colonias españolas; no obstante, los vencidos conservaron sus creencias a ultranza en un intenso proceso de resistencia que repercutió profundamente en nuestra historia y en nuestra cultura.
El objetivo de la historia – dice Pierre Vilar -no es “hacer revivir el pasado”, sino comprenderlo, lo que significa rescribirla a partir de la revisión de conceptos y métodos existentes para reemplazarlos por una nueva manera femenina de abordar el
Escritora y periodista peruana. Investigadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la Universidad de San Martín de Porres; Directora del Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina, CEMHAL.
pensamiento crítico, con una orientación que permita conocer y comprender ese otro lado de la historia surgido desde la otra orilla2. Se trata de leer los textos escritos por las mujeres, interpretando sus silencios, y aquello que critican e interrogan de la tradicional cultura de América Latina, como medio de reemplazar el discurso falocéntrico y apropiarse de una identidad que les ha sido negada. La escritura se convierte así, como señala Hélène Cixous, en un espacio de liberación, de reconocimiento de sí mismas y de redefinición, mediante las diferentes formas de representación que asume la pluralidad de las voces literarias femeninas, “ausentes de un canon casi exclusivamente masculino y predominantemente del primer mundo, europeo y de la clase dirigente”. (Gutiérrez, 2004:33).
En este proceso, me referiré a los momentos constitutivos de la literatura escrita por mujeres: la literatura fundacional; rompiendo el silencio en el siglo XIX; La vanguardia literaria y artística de la década del veinte; El comienzo de un largo camino. Escritoras de los años cincuenta y sesenta; La liberación a través de la palabra; y Reto al futuro sobre la producción literaria del siglo XX. A lo largo de esta escritura encontraremos ejes temáticos que aparecen de manera permanente en novelas, cuentos y poesía, que podríamos sintetizar en un solo afán, la búsqueda de una voz propia.

Escritura fundacional
Sor Juana Inés de la Cruz (México 1648-1695), inició en el siglo XVII la escritura femenina en América Latina cuestionando a través de su posa y poesía de incuestionable valor literario las normas de la sociedad y la iglesia de entonces. Abogó por el derecho de las mujeres a la educación y al desarrollo intelectual, la libertad de expresar su creatividad y sensibilidad; “como monja declaró su capacidad de mujer pensante para estudiar teología y de hacer compatible su religiosidad con una vida creativa; sin embargo, como dramaturga hizo algo más que una trasgresión. El escribir, montar y editar comedias seculares fue un “crimen”, es decir, una de las máximas trasgresiones que pudo llevar a cabo una monja enclaustrada3.
Muchas otras monjas escribieron durante ese período4. Se trata de una escritura autobiográfica controlada por confesores y guías espirituales quienes regulaban, apoyaban o desestimaban los textos. Mediación y consentimiento estrechamente vinculados a las normas y preceptos de la Iglesia y del Tribunal de la Santa Inquisición. En este diálogo entre la monja y el confesor “que compartían una vivencia inspirada por Dios, la monja se confesaba y escribía sobre sí misma o sobre su orden y sus hermanas en la religión. Al confesor le correspondía escuchar, descifrar, ordenar los signos de espiritualidad y su reinterpretación”5.
Los únicos textos conocidos que no pertenecen a esta literatura conventual son anónimos: "Discurso en Loor de la Poesía", atribuido a una dama que residía en Lima llamada Clarinda de la que no se tienen mayores datos, que se publicó en “El Parnaso Antártico” de Diego Mexía de Fernangil, editado en Sevilla en 1608. Después, en 1621, en “La Filomena”, de Lope de Vega, apareció la carta poética "Epístola de Amarilis a Belardo" dirigida desde el Perú por "Amarilis", seudónimo que al parecer pertenecía a doña María de Rojas y Garay. En estos textos, lo femenino está subordinado a lo masculino en una relación jerárquica, “donde lo masculino domina el espacio, lo controla, y se plantea como principio superior frente a lo femenino”6.

Rompiendo el silencio
Alcanzada la independencia de España en siglo XIX, la constitución de las nacientes repúblicas significó un profundo cambio en las instituciones de poder bajo la influencia de la transformación socio económica que vivió Europa en los siglos XVII y
XVIII. Fueron hitos importantes la Revolución Francesa, un nuevo concepto de democracia y la Revolución Industrial. Todo esto coadyuvó a un estado de preocupación y revaloración del papel de la educación femenina, lo que permitió que surgiera una singular presencia femenina en la literatura, revistas dirigidas y escritas por mujeres, y la conformación de clubes literarios donde se debatían los problemas de la época.
Pero no fue fácil romper el silencio para las escritoras latinoamericanas del siglo XIX, en un clima de intolerancia y hegemonía del discurso masculino. Nos referimos a Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba 1814-1873), Juana Manuela Gorriti (Argentina 1818-1892), María Firmina dos Reis (Brasil 1825-1917), Mercedes Cabello de Carbonera (Perú (1842-1909), Lindaura Anzoátegui (Bolivia 1846-1898), Clorinda Matto de Turner (Perú 1852-1909), y Adela Zamudio (Bolivia 1854-1928). Excluidas y marginadas del sistema de poder, estas escritoras le otorgaron voz a los desvalidos, excluidos, cuestionando las relaciones interraciales y de clase.
En una época en la que se creía que el esclavo no tenía alma ni sentimientos, Gertrudis Gómez de Avellaneda le dio voz al explotado en razón de etnia y cultura en su novela Sab7, publicada en Madrid en 1841, diez años antes que apareciera en “The National Era” el primer capítulo de La cabaña del tío Tom, la famosa novela de Harriet Beecher Stowe sobre la esclavitud en Estados Unidos. En Sab, Gómez de Avellaneda describe la crueldad con la que eran tratados los esclavos en los ingenios azucareros de Cuba, al grado que fue considerada subversiva por las autoridades coloniales, y se convirtió en una protesta antiesclavista tan polémica que solo en 1914 se publicó en ese país. En Brasil, María Firmina dos Reis, que como mulata vivió directamente la segregación social y racial, publicó en 1859, Ursula, la primera novela abolicionista de su país, y la primera escrita por una mujer. Úrsula, aborda la esclavitud a partir del punto de vista del otro, que también incorpora en su cuento “La esclava” (1887).
Mientras que el tema central de Aves sin nido (1889), de Clorinda Matto de Turner, es la denuncia al maltrato y opresión que sufrían los indios, y la corrupción e incompetencia de jueces, gobernadores y curas. Los personajes femeninos constituyen las figuras protagónicos del relato. Son ellas las que se erigen en defensoras de la justicia transgrediendo el discurso patriarcal hegemónico de fines del siglo XIX donde las mujeres aparecen indefensas, como personas que requieren de apoyo y conducción para desenvolverse en la esfera pública. Son ellas las que designan a sus aliados, las que condenan a los opresores, y la clave de la relación entre mujeres y hombres, entre indios y blancos8.
La reacción contra la escritora fue virulenta, en numerosos artículos se recriminó su anticlericalismo y se la excluyó del círculo de intelectuales. Situación que se agravó cuando el 23 de agosto de 1890, fue denunciada por el Arzobispo de Lima porque en “El Perú Ilustrado”, revista que ella dirigía, se publicó un cuento del escritor brasileño Henrique Maximiano Coelho sobre la vida de Cristo, en el que aparece un Jesús más terrenal interesado en María Magdalena. El Arzobispo prohibió la lectura de la revista, la excomulgó y Aves sin nido, figuró entre los libros condenados. Pocos después viajó exilada a Buenos Aires donde murió el 25 de octubre de 1909. Ni siquiera entonces se le permitió regresar al Perú, y solo quince años después, en 1924, los restos de Clorinda Matto de Turner fueron enterrados en Lima.
Mercedes Cabello, fue una tenaz defensora de la educación y emancipación de la mujer, posición que se refleja en varios de sus artículos publicados en los diarios de la época en Lima. En 1886 obtuvo la medalla de oro por su novela Sacrificio y recompensa, en el concurso convocado por el Ateneo de Lima, obra en la que demuestra su simpatía por los patriotas cubanos que combatían por la independencia de España. Al siguiente año, en 1887, publicó su novela Eleodora, y en 1890 Blanca Sol, y Las consecuencias, consideradas estas últimas como sus obras más importantes, y con las que se inicia en el Perú la novela realista.
Cuando en 1892, publicó El conspirador, la creciente confrontación entre librepensadores -para quienes Mercedes Cabello constituía un símbolo -y representantes del poder político y de la Iglesia, fue agudizándose cada vez más. Con frecuencia desde las páginas de los principales diarios la tildaron de loca, y esto fue repetido cada día durante meses, hasta la franca sugerencia de que debía ser internada en un manicomio luego del discurso que pronunciara en el Liceo Fanning donde defendió la educación laica, y para mayor escándalo destacó la necesidad de que las mujeres conocieran su cuerpo. El 27 de enero de 1900 fue internada en el Manicomio del Cercado de Lima, donde permaneció nueve años de silencio y destierro hasta que murió el 12 de octubre de 1909.
Destaca en Bolivia la novela, Cuidado con los celos (1893), de Lindaura Anzoátegui, la primera narradora boliviana en denunciar el maltrato y la explotación que sufrían los indios de su país y en cuestionar la situación de la mujer. En su novela las mujeres y los marginados adquieren identidad, y llegan a ser ellos mismos cuando se sacrifican9. En cambio, Adela Zamudio en su novela Intimas, se refiere a la imposibilidad del amor y del matrimonio en una sociedad que margina un sexo y lo somete. En cuentos y poesía expresó el profundo malestar que le producía la condición de subordinación de las mujeres:
Cuánto trabajo ella pasa / Por corregir la torpeza / De su esposo, y en la casa, / (Permitidme que me asombre). Tan inepto como fatuo, /Sigue él siendo la cabeza, ¡Porque es hombre!
Juana Manuela Gorriti, abogó por los derechos de la mujer aunque con las contradicciones de la sociedad de entonces en la idealización de la madre, esposa y virgen. Autora de Panoramas de la vida: colección de novelas, fantasías, leyendas y descripciones americanas, su producción literaria “va del punto más álgido del romanticismo hasta el positivismo de fin de silgo10 .
Tal como dijo Cornejo Polar en relación a novela de Clorinda Matto, la literatura escrita por las mujeres a fines del XIX, puede ser leída como una reflexión sobre la modernización y la construcción de una nueva identidad basada en la integración de la mujer a la vida social y económica, y la integración de la comunidad indígena liberada de los abusos a los que era sometida.

Vanguardia literaria y artística de la década del veinte
La Primera Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución Rusa influyeron profundamente en las primeras décadas del siglo XX. Son los años del surrealismo, de la Quimera de Oro de Chaplin y El acorazado Potemkin de Eisestein. Los obreros se unen en intensas jornadas por las ocho horas y la organización sindical; surgen nuevas corrientes literarias y artísticas, se baila el charlestón y el vals. Las mujeres se cortan los cabellos, se despojan de sus trajes largos, y proclaman el derecho a ser artistas y escritoras. En el Perú, José Carlos Mariátegui funda en 1926 la revista Amauta, que él mismo definió de doctrina, arte, literatura y polémica, desde una perspectiva crítica y de vanguardia, donde se publican artículos, poemas y cuentos de las más destacadas escritoras de entonces11 .
Las mujeres que escriben en este período de transito de los finales del modernismo y desarrollo del vanguardismo, expresaron un mundo interior pleno de intensidad lírica, expresado sin temor ni vergüenza de ser mujeres, de sentirse artistas y libres. Probablemente por esto, aparecen como personas extrañas, revoltosas, demasiado sensibles. Son las trágicas de la historia cultural latinoamericana: Alfonsina Storni se suicidó, Delmira Agustini murió asesinada por su marido, María Luisa Bombal intentó asesinar a un antiguo amante, y María Antonieta Rivas Mercado se suicidó en la Catedral de Notre Dame, en París.
La figura emblemática de entonces fue la poeta chilena Gabriela Mistral (1889­1957), y en el Perú, Magda Portal (1900 – 1988). El tema de la maternidad y el deseo de ser madre y tener hijos es particularmente tratado en la poesía de Mistral. Hoy sabemos que “fue madre, incluso biológica, aunque ello no trascendió públicamente; que perdió a su hijo Yin Yin siendo éste adolescente, en trágicas circunstancias; y que su visión sobre la maternidad modula y cambia al calor de sus experiencias vitales y de los trayectos estéticos y ético-políticos que ella va desarrollando”12. Mientras que la poeta cubana, Dulce María Loynaz, (1902-1997), escribió un poema a contracorriente titulado: “Canto a la mujer estéril”, que fue duramente criticado13 .
En cambio para Magda Portal, poeta y militante política, el arte es el resultado lógico de las diversas tendencias sociológicas y filosóficas, y no producto anárquico.
Declara que el arte nuevo responde a la posguerra, a los inusitados triunfos de la ciencia y al grito de libertad que lanza el hombre. “Todo un desfile de cadáveres fue necesario para esto, también millones de fantasmas hambrientos”, agrega. “El arte se desvistió de las inútiles pompas de Darío –la belleza en sí, es estéril, el arte debe ser creador”14 . En los 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, Mariátegui señala que con el advenimiento de Magda Portal, le ha nacido al Perú su primera poetisa, porque hasta su aparición sólo habían surgido mujeres de letras15 .
Alfonsina Storni (Argentina, 1892-1938), alcanzó popularidad con la publicación en 1925 de su poemario Ocre, y tuvo una importante presencia en la vida intelectual de su país. En diversos artículos dejó en claro, “que la mujer no estaba ya dispuesta a tolerar los caducos límites intelectuales sociales y políticos y que se encaminaba decididamente al logro de su emancipación”16. También fueron reconocidas, Juana de Ibarbourou (Uruguay 1892-1979) y Delmira Agustini (Uruguay 1886-1914)17 , entre otras.
El género autobiográfico, iniciado en 1915 con Boudoir Diary, de la brasileña, Flora de Oliveira Lima, tuvo varias seguidoras durante ese período como la venezolana Teresa de la Parra (1889-1936) quien en sus novelas: Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, Memorias de Mamá Blanca, Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente, y Diario de Bellevue-Fuenfría-Madrid, muestra aspectos relevantes de su vida y educación, postulando un “nuevo origen de la cultura elaborado a partir de una feminización de la transculturización latinoamericana”18 .
Victoria Ocampo (Argentina 1890-1979), escribió sus memorias en siete volúmenes. El primero de los cuales, El Archipiélago, está constituido por breves viñetas de rememoración de su infancia. La chilena María Flora Yánez (1898-1982), publicó Visiones de la infancia (1947), reconocido como “libro de excepción puesto que introdujo en la escena literaria su país la intimidad familiar, la cotidianidad de los hogares santiaguinos descritos bajo un tono poético”19 . Distinto es, sin embargo, el tono autobiográfico de la peruana Zoila Aurora Cáceres Moreno (1877 -1958) en su novela Mi vida con Enrique Gómez Carrillo, publicado en 1929. Aquí la escritora quiere establecer su propia verdad, propósito importante si se tiene en cuenta que encubre que su esposo era homosexual. En este género el libro más leído fue Las Memorias de una cubanita que nació con el siglo de la escritora cubana Renée Méndez Capote (1901-1989) en el que recuerda su infancia, la educación de las mujeres y las reuniones sociales de entonces.
Entre 1919 y 1950, hubo en Colombia una importante presencia de escritoras que hasta la publicación de la antología de escritoras antioqueñas publicado en el 2000, permanecieron en el olvido. Sin embargo, se trata de 44 cuentos de los cuales 25 han sido publicados, varios de los cuales compitieron en el Concurso Femenino de Literatura de 1921, demostrando “los obstáculos que enfrentaban las mujeres para competir en plano de igualdad con los escritores por su desigual acceso a la educación, y por la falta de apoyo a su quehacer intelectual”20. Destacan las crónicas y cuentos costumbristas de Sofía Ospina de Navarro, que describen con agudo sentido de observación y humor la vida de las mujeres de la ciudad de Medellín.
Aunque el intento de intento de asesinato de su ex amante, el senador Eulogio Sánchez Errázuriz, diez años después de haber terminado la relación amorosa, convirtió a la escritora chilena María Luisa Bombal (1910-1980) en blanco de críticas y ataques, sus novelas La última niebla (1935) y La amortajada (1938) marcan un hito en la literatura latinoamericana. Cuestionan con ironía la sociedad y la clase que le tocó vivir, y exploran profundamente lo femenino tradicional. La amortajada tiene una estructura casi posmoderna, “planteada desde el momento en que el lector identifica a la voz narrativa principal como un cadáver”21 .
La rememoración histórica está presente en la mexicana Nellie Campobello (1909 – 1986), autora de Cartucho y Relatos de la lucha en el norte de México, donde describe acontecimientos relacionados con la revolución mexicana. De igual manera, la peruana María Nieves y Bustamante (1865-1947), en su novela, Jorge, el hijo del pueblo (1892), relata los trágicos acontecimientos del levantamiento de Arequipa contra el gobierno de Castilla en 1856, la más cruenta de las guerras civiles que desgarraron al Perú.
También durante este período se produjo una importante presencia de dramaturgas en México: Catalina D´Erzell, (1891-1950), publicó en 1927: ¡Esos hombres!, obra teatral representativa de la condición de la mujer mexicana de aquellos años. Amalia de Castillo Ledón (1898-1986), una de las primeras feministas de México y autora de Cuando las hojas caen, estrenada con gran éxito en 1929. María Luisa Ocampo, (1900-1974), en La casa en ruinas (1934) presentó una típica familia de clase media donde la única misión que tenía la esposa era cuidar y atender a su marido. Pronto los cambios que se produjeron en la sociedad mexicana se reflejaron en Cuando Eva se vuelve Adán de Magdalena Mondragón (1913-1989), y Divorciadas, de Julia Guzmán (1906-1977). Aquí las protagonistas luchan por sus derechos, en una época de confrontación con la mujer tradicional que significaba tener muchos hijos, ser sumisa y abnegada con el marido22 . Mientras que en Divorciadas, aparecen las mujeres que oprimidas y marginadas por sus esposos no tienen otra alternativa que el divorcio, vivido con un gran sentimiento de culpa por haber dejado a sus hijos sin padre.

El comienzo de un largo camino
La marginación cultural, política, social y económica de las mujeres, y la poca autoridad intelectual que se les concedía, constituyen los temas centrales de la obra de la poeta y narradora mexicana Rosario Castellanos (1925-1974). En un momento en que las mujeres latinoamericanas empezaban a recorrer un largo camino en pos de su propia voz, para escribir mirándose como mujeres, Castellanos advierte que la “genialidad aparece como una especie de masculinidad superior y en consecuencia la mujer nunca podrá ser genial, pues la mujer vive de un modo inconsciente mientras que el hombre es conciente y todavía más conciente el genio23 .
Los conflictos y problemas que deben enfrentar las mujeres “para constituirse en sujetos creadoras de obras culturas y artísticas”24 , analizados y reflexionados por Castellanos, le dieron un importante impulso a la literatura escrita por mujeres a través de personajes femeninos vencidos y en situaciones límites. Hilo conductor que se advierte desde su primera novela Balún Canán, publicada en 1957, donde la defensa del desposeído y la resistencia de los pueblos indígenas contra familias dueñas de grandes haciendas en el período de la reforma agraria (1935-1940), bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, aparece en la relación de una niña con su nana indígena. Son dos mundos separados y enfrentados, los excluidos y los opresores, que la niña va descubriendo a través de gestos cotidianos e inocentes, que le producen un intenso dolor. En idioma maya, Balún Canán significa los Nueve Guardianes en referencia a los cerros que protegen Comitán, antiguo poblado indígena situado en el convulsionado estado de Chiapas.
La niña como protagonista en la narrativa latinoamericana de mediados del siglo XX, no es casual, puesto que “la novela de formación permite la confrontación de la protagonista ante los valores de la sociedad en un proceso en que se ponen en juego los deseos de los individuos y sus posibilidades de cumplirlos”25. Como, por ejemplo, en Ana Isabel, una niña decente (1949), de la venezolana Antonia Palacio, y El peligro (1957), de la peruana Sara María Larrabure, aunque aquí prima el anhelo de la libertad y el miedo.
La otra gran figura de este período es la escritora mexicana Elena Garro (1920­1998). En 1958 publicó sus primeras obras teatrales en Un hogar sólido, y con su novela Los recuerdos del porvenir (1963) ganó el Premio Xavier Villaurrutia. La novela trata sobre la Guerra Cristera donde el tema del poder se presenta desde una perspectiva política, pero sobre todo fantástica, elemento que está presente en su obra. Fue la primera esposa del célebre poeta Octavio Paz, y según la investigadora mexicana, Patricia Rosas Lopátegui, ha sido menospreciada y olvidada como dramaturga y escritora, e incluso no se le ha reconocido el trabajo periodístico que desarrolló desde la década del 40. ¿En qué medida este olvido guarda relación con el gran prestigio de Paz?, es una pregunta que subyace en las biografías sobre la escritora. Habría que decir también que fue una opositora tenaz del gobierno, y que nunca se adecuó a la tradicional sociedad mexicana que la negó, porque se atrevió a cuestionar el poder patriarcal del estado y del marido.
Lo insólito y la búsqueda de Dios, está encarnado en la poesía de la mexicana Enriqueta Ochoa (1928), quien desde los inicios de su obra en los cincuenta esquiva las miradas extrañas, y como le escribe a su pequeña hija: Yo me miro y no soy sino una cripta en llamas,/ una existencia inconforme, sonámbula,/ cargada de fatiga”. Mientras que lo oculto, “lo que implica misterio, la ciudad laberíntica como metáfora de la realidad cotidiana, las búsquedas del espíritu, la reflexión sobre lo actual, son algunos rasgos que caracterizan la ficción de Luisa Josefina Hernández (1928)26 .
El tema de la pobreza está presente en la novela que Raquel de Queirós (Brasil 1910-2003), publicó en 1930, O Quince27. Mientras que la brasileña Patrícia Galvao (1910-1962) irrumpe como militante del partido comunista en su lucha contra el gobierno autoritario de Getulio Vargas. Publicó Parque Industrial, en 1933 y Paixao Pagu, un relato autobiográfico. Patrícia Galvao se atrevió a desafiar el sistema político por lo cual fue apresada tres veces, y “revolucionó un tiempo y una sociedad que no estaba preparada para que una mujer dejara su rol de madre y esposa y se abocara a la búsqueda de una meta que no fuera el matrimonio”28 .
Liberación a través de la palabra
En 1971 con la aparición del libro Valses y otras falsas confesiones de la poeta peruana Blanca Varela (1926 -), la voz lírica logra una intensidad expresiva “pocas veces alcanzada en la poesía del Perú, descarnadamente denuncia a un mundo hecho para la guerra entre países, para la confrontación de género"29 , lo que origina la degradación de los hombres y de las mujeres. En su Vals del "Angelus", dice:
Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo, la de la última sala, junto a las letrinas, la de la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo. Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus crías, la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe abortar en cada luna, la que sangra todos los días del año.
Es la voz de la mujer que está creando su propio texto literario, es la muchacha mala de la historia como María Emilia Cornejo (Perú 1950-1972) que antes de suicidarse cuando apenas tenía 22 años proclamaba:
Yo soy la muchacha mala de la historia/ la que fornicó con tres hombres/ y le sacó cuernos a su marido/ soy la mujer que lo engañó cotidianamente/ por un miserable plato de lentejas.../ soy la mujer que lo castró/ con infinitos gestos de ternura/ y gemidos falsos en la cama/ soy/ la muchacha mala de la historia.
Como Alejandra Pizarnik (Argentina 1936-1972), la poeta emblemática de los sesenta y setenta, cuya voz expresión del dolor oscila entre la muerte y la atracción al silencio. Su suicidio afirmó el mito de la poeta maldita, y su muerte “el acto fundador de su trabajo creativo y, en cierto sentido, su escritura deviene un gesto fatal”30. En Fragmentos para dominar el silencio, escribe:
Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. El yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.
Como Clarice Lispector (1920-1977), escritora de ficción de vanguardia con uso de metáforas íntimas y de ruptura. En su obra revela una permanente crisis de identidad a través de un estilo que ella misma definió como no estilo. Los personajes femeninos de sus novelas y relatos31, son complejos y están en lucha desde la soledad y la desventaja en constante reflexión sobre sí mismos, hablan consigo mismos y con su yo más íntimo. El mismo acto de escribir la conduce al vacío32:
Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío.
Son los años del dolor, las mujeres empiezan a ocupar un espacio en la literatura y en la vida en permanente confrontación con la sociedad patriarcal. Fanny Buitrago en El hostigante verano de los dioses (1963) cuestiona la forma de relación entre hombres y mujeres; Marvel Moreno (Colombia 1939-1995), incorpora en Algo tan feo en la vida de una señora bien (1980) personajes femeninos que pueden escucharse y comprenderse como mujeres; Laura Antillano (Venezuela 1950-) vuelve la mirada a su infancia a través de una narración fragmentaria hasta la narración lineal33. Helena Parente Cunha (Brasil 1930-) en A casa e as casas (1966), incursiona en el espacio de mujeres ancianas reflejando la opresión que sufren; Lygia Fagundes Teles (Brasil 1923-) gana con su libro de cuentos, O cacto vermelho, el Premio Afonso Arinos de la Academia Brasileña de Letras; Nélida Piñon (Brasil 1937-) publica a partir de 1961 un importante número de novelas34; Elvira Foeppel (1923 -1998), en Circulo do medo (1960) y Muro Frío (1961), presenta mujeres angustiadas que no logran un espacio propio en la sociedad excluyente y patriarcal, y entran en conflicto porque no encuentran ninguna salida ni solución.
En la escritura de estos años, Rosario Ferré (Puerto Rico 1938 -) constituye una figura clave en la historia cultural de América Latina porque rompió con la tradición femenina al adoptar una posición política frente a la sociedad. En Papeles de Pandora (1976) y Maldito Amor (1986), las mujeres son rebeldes que pugnan por ocupar el lugar que les corresponde en un contexto de lucha entre clases sociales, dominación de género, de la burguesía, y de los Estados Unidos, “a través de una polifonía de voces femeninas que rescatan el lenguaje popular y que luchan contra la fragmentación de su propia identidad y de la identidad puertorriqueña35 .
La represión política que impusieron las dictaduras en América Latina durante los años sesenta y setenta, principalmente, se refleja en la escritura de la uruguaya Teresa Porzecanski (1945-), a través de una gran metáfora del silencio sufrido y auto impuesto cuando estaba prohibido escribir, hablar, y hasta pensar36. El lenguaje como espacio de desafío tiene una diferente articulación en la pieza teatral “Fala baixo”, de la dramaturga brasilera Leilah Assunção37 . En esos años el rechazo a la marginación y opresión que sufrían las mujeres tenía una connotación muy cercana al clima de represión y falta de libertad política impuesta por la dictadura. Por ello, la risa que provocaba Fala baixo, “exponía al ridículo la severa austeridad cuestionando sin miedo los valores del sistema. La propia dictadura percibió eso y, en 1970, prohibió la pieza durante la temporada”38 .
El relato de la exclusión de la escritora brasileña, Carolina María de Jesús (1914­1977), en Quarto de Despejo. Diario de uma favelada, mostró la violencia del hambre y la miseria al grado que el personaje tiene la impresión de ser en la favela un objeto fuera de uso, digno de estar en un cuarto de despojos39. En la misma línea y con más éxito, figura el libro de Elena Poniatowska (México 1932 -), Hasta no verte Jesús mío (1969), sobre la azarosa vida de una humilde mujer llamada Jesusa Palancares contada por ella misma. Los personajes de Poniatowska con la diversidad temática de más de veinte obras publicadas, son reales, viven, aman, ríen, y contradicen de esta manera, la predilección por los derrotados; por ese culto mítico a lo trágico que explica Octavio Paz en El laberinto de la soledad, expresión del imaginario colectivo mexicano donde los derrotados, fracasan, pero mueren con dignidad y gloria.
En la década del 80 la literatura escrita por mujeres ya no es el getto de los años anteriores, las mujeres figuran en las antologías literarias de América Latina, y se publica una profusión de libros con trabajos críticos sobre su escritura con diversos enfoques en un espacio diferente y alternativo, donde lo privado subvierte lo público. La incorporación de temas hasta entonces considerados masculinos y el alejamiento de una temática romántica y testimonial abren paso a nuevas formas de expresión.
La protagonista de En breve cárcel (1981) de Silvia Molloy, es una escritora sin nombre, encerrada en una habitación arrendada, que sin identidad de mujer adulta intenta formular su propio yo40. Mientras que en Conversación al Sur (1981) de Marta Traba, dos mujeres conversan en una casa-refugio. Una espera noticias de su hijo y de su nuera embarazada, y la otra, más joven, intenta sobrevivir a las huellas que la tortura ha dejado en su cuerpo y alma. Ambas, cada una a su manera, buscan una voz que les pertenezca en un contexto de violencia política.
Silvina Bullrich (1915-1990) Beatriz Guido (1922-1985) y Martha Lynch (1925­1988), trascendieron el ámbito íntimo para convertirse en agudas y controvertidas críticas de la realidad de la Argentina en uno de los períodos políticos más violentos y desgarradores que abarca los años 60 y 80. Los problemas sociales constituyen el tema central en estas escritoras con las contradicciones propias de la época, por ejemplo, Beatriz Guido proclamaba el derecho de las mujeres a ser independientes, pero vivió sometida a su amante.
La Nave de los Locos (1984), de la uruguaya Cristina Peri Rossi incorpora a la escritura femenina el tema de la violencia y el exilio, basada en una metáfora iconográfica del Tapiz de la Creación que está en la catedral de Gerona pintado por El Bosco, cuyo título alude a un oscuro método para tratar la locura. “Estas imágenes un tanto inquietantes se entretejen con el hilo narrativo del viaje, condición esencial de las expulsiones, alienaciones y búsquedas existenciales representadas en el texto. Por otra parte, es bastante notorio que las características recién mencionadas sitúan de inicio a esta original narración dentro de la ficción posmoderna”41 .
Mientras que la escritora argentina Luisa Valenzuela (1938-), en Libro que no muerde (1980), Cambio de armas (1982), y Donde viven las águilas (1983), pretende rescatar el mensaje originario que supone estos relatos en su forma oral arcaica42. En el cuento “La llave” se apropia de la curiosidad femenina para convertirla en un eficaz instrumento para el conocimiento, y su última novela La Travesía (2001) “es una invitación a penetrar en el laberinto de su escritura, de emprender un recorrido por la psiquis de una mujer agobiada por el peso de la memoria para llegar al secreto más íntimo de su alma”43 .
En La premeditación y el azar (1989), de Pilar Dughi (Perú 1956-2006), se advierte la creación literaria a partir de la interacción entre lo privado y lo público que es más evidente en Puñales Escondidos (1998), donde la protagonista anhela ser reconocida por su trabajo en el contexto de una sociedad patriarcal que la excluye. También en La Rompiente, de Reina Roffé, (Argentina 1951-), lo que más resalta es la voz que pese al clima asfixiante intenta afirmarse y ser propia. Las Dos caras del deseo de Carmen Ollé (Perú 1947-) tiene en común con la novela de Roffé, “la desesperanza y la ausencia de metas claras de su figura central, quien también es una escritora sin mucha fe en sus capacidades y también emprende un viaje con la sola compañía de su desconcierto, sus temores y su escasez de recursos materiales y emocionales”44 .
Desde otro ángulo, el inicio del debate sobre temas nacionales tuvo una expresión particular en Argentina con la novela de Martha Mercader (1926-), Juanamanuela mucha mujer (1982), que abarca un período de la historia de ese país signado por las guerras de independencia hasta la institucionalización del estado nacional a través de la vida de Juana Manuela Gorriti45. También la insurgencia política en América Latina y los movimientos revolucionarios, constituyeron un tema importante en la narrativa femenina de esa década46. Rigoberta Menchú ganó en 1983 el Premio Casa de las Américas por su libro: Me llamo Rigoberta Menchú, la voz de una mujer excluida por ser mujer, indígena y opositora del régimen político. Gioconda Belli (Nicaragua 1948-) comprometió su narrativa y tuvo una activa participación en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. En su novela, La mujer habitada, Lavinia, se va creando a si misma como ser humano a través de la lucha política, y como mujer buscando internamente el sentido de su vida. En este proceso deja entrever la lucha interna entre la práctica política y la vida cotidiana, y la congruencia que esto le exige47 .

El reto del futuro
En los noventa se produjeron trascendentales cambios en América Latina, una nueva configuración de los espacios sociales y culturales, la consolidación de organizaciones feministas y de organizaciones populares de mujeres, así como la incorporación creciente de la mujer en el mercado del trabajo, lo que originó cambios en la familia y un nuevo imaginario colectivo.
La defensa del desposeído y excluido continuó ocupando parte importante de la producción literaria de las mujeres, pero desde la perspectiva del cambio. En la novela de Ana Teresa Torres (Venezuela 1944-), Doña Inés contra el olvido (1992), el tema central es la memoria de los negros en pos de la libertad; la boliviana Alison Spedding, en su novela De cuando en cuando Saturnina, relata una rebelión indígena producida entre el 2070 y 2085 en la voz de una mujer, y Carmen Boullosa (México 1954-), incursiona en novelas que podríamos calificar de históricas48 donde se pone del lado de los humildes y vencidos49, “en el universo mágico de los indígenas abundante en tradiciones y secretos mítico-religiosos de la cultura mexica/azteca”50 .
En La madriguera (1996), de Tununa Mercado (Argentina 1939-), la memoria sirve para subvertir la historia, a través de un puente que se establece entre la historia de una niña y la historia nacional51 . Mientras que en la novela de Laura Riesco (Perú 1940-), Ximena de dos caminos (1994), la confrontación que vive una niña entre el mundo del padre de origen español y funcionario de la compañía norteamericana que entonces explotaba un enclave minero, y el de las criadas todas de origen indígena, es el universo que debe transitar sorteando dificultades y retos en la exploración de su mundo interior, convirtiendo así la búsqueda de su propia identidad en el largo camino que deberá recorrer para lograr finalmente su liberación a través de la palabra.
Pero el hecho más relevante de los noventa fue el boom de la literatura escrita por mujeres en América Latina, expresada en cuatro novelas: La casa de los espíritus (1982), de Isabel Allende (Chile 1942-); Arráncame la vida (1986) de Ángeles Mastretta (México 1949-); Como agua para chocolate (1989) de Laura Esquivel (México 1950-); y Nosotras que nos queremos tanto (1991), de Marcela Serrano (Chile 1951). Se dijo entonces que el realismo mágico iniciado en América Latina con la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, tenía expresión femenina en La casa de los espíritus, ampliamente reconocida por la crítica, y que inició un discurso que fascinó la década de los noventa: el amor, el ambiente íntimo y la cocina52 .
Sin embargo, después decepcionó la novela multimediática de Laura Esquivel, La ley del amor (1995), Mal de amores (1996) de Ángeles Mastretta y las divagaciones culinarias de Isabel Allende en Afrodita (1997). Es probable que el relato lineal con influencia del realismo mágico, el énfasis en temas sentimentales y domésticos, y una construcción de caracteres típicos donde la protagonista aparece como una súper mujer, le habían impuesto con ayuda del mercado un corsé a la novela escrita por mujeres que tuvo una corta duración. Pero esta falta de simpatía – dice Reisz -hacia todo tipo de relato que no desafíe, desde los cimientos mismos del lenguaje, los valores hegemónicos y el logocentrismo dominante, parecería negar la validez y la importancia de las “tretas del débil”, noción que Josefina Ludmer utilizó convincentemente para analizar la obra de Sor Juana Inés de la Cruz y con la que la mayor parte de la crítica feminista ha estado de acuerdo53 .
Pero lo cierto es que en la era de la globalización, del fin de las utopías, y de la consolidación de los discursos neoliberales, se advierte en la primera década del siglo XXI, una mayor intolerancia hacia las diferencias culturales, religiosas, y étnicas, donde la exclusión y marginalidad abarcan a mayores sectores de la sociedad. La expresión de la subjetividad es cada vez más negada y todo parece despersonalizarse individual y colectivamente. En esa perspectiva, el reto está planteado. Es necesario dar respuesta a los silencios, examinar los discursos de los que se ha dicho mucho y nada sobre el matrimonio, la maternidad, el cuerpo femenino, el espacio íntimo y el espacio público, en la construcción de una subjetividad enfrentada a nuevas formas de relación social. Y, estimular una conciencia de la otredad en defensa de nuestra identidad cultural e histórica Latinoamericana, contra una civilización negadora de la diversidad y la diferencia cultural.

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1 Raquel Gutiérrez Estupiñán. Una introducción a la teoría literario feminista. México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2004, p.75. 2 Sara Beatriz Guardia. Mujeres Peruanas. El otro lado de la historia. Lima: Imprenta Minerva, 2002. 4° Edición, p. 212. 3 Guillermo Schmidhuber de la Mora. “La dramaturgia de Sor Juana Inés de la Cruz, su máxima osadía, en: Sara Beatriz Guardia (Edición). Mujeres que escriben en América Latina. Lima: CEMHAL, 2007, p. 87. 4 Entre otros, Sor Francisca José del Castillo y Guevara (Colombia 1671­1742), autora de Sentimientos espirituales; Teresa Margarida da Silva e Orta (Brasil 1711­¿), escribió Máximas de virtude e formosura (1752) con una segunda edición titulada: Aventuras de Diófanes (1773). 5 Asunción Lavrin – Rosalía Loreto. Monjas y beatas. La escritura femenina en la espiritualidad barroca novohispana. Siglos XVII y XVIII. México: Universidad de las Américas, Puebla ­Archivo General de la Nación, 2002, p.8.
6 Rocío Quispe­Agnoli. “¿Cómo hablar hoy de una identidad femenina colonial? Entre la representación de la realidad y el simulacro discursivo”, en: Ob. Cit. Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, 122. 7 Gertrudis Gómez de Avellaneda. Sab. Madrid: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000. 8 Sara Beatriz Guardia. “En nombre del otro desvalido y excluido por el poder. La escritura de Clorinda Matto y Laura Riesco”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 271. 9 Virginia ayllón. “Cuatro novelistas bolivianas abriendo y cerrando el siglo XX”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 313. 10 Rocío Ferreira. “Transacciones de amor y de dinero: Oro, Género y domesticidad en las leyendas “Andinas” de Juana Manuela Gorriti”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 163. 11 Magda Portal, Gabriela Mistral, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Dora Mayer de Zulen, Maria Wiesse, Ángela Ramos, Blanca del Prado, Blanca Luz Brun, y Carmen Saco, entre otras. 12 Gilda Luongo Morales ­Alicia Salomone. “Discurso y maternidad: Entre mandato y (des)obediencia. Poetas latinoamericanas a comienzos del siglo XX”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 487. 13 Es la poeta cubana más conocida de un importante grupo que destacó en las últimas décadas del siglo XIX, como se advierte en los tres volúmenes que comprende el Florilegio de escritoras cubanas (1913), donde se estima que alrededor de 105 mujeres periodistas publicaron artículos entre los años 1814 a 1912, período de la antología. Entre otras: Ursula Céspedes de Escanaverino, Rosa Krüger (1847­1881), Mercedes Matamoros (1851­1906), Sofía Estévez (1848­1901), Catalina Rodríguez (1835­1894) y de Nieve Xenes (1859­1915). Ana García Chichester. “La mujer en la guerra: hacia una nueva lectura de poetas cubanas del siglo XIX”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p.
544. 14 Revista Amauta, No. 5, Lima, enero de 1927, p. 12. 15 José Carlos Mariátegui. 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Empresa Editora Amauta, 1991. Quincuagésima Séptima Edición, p. 322. 16 Stella M. Longo. La prosa periodística de Alfonsina Storni por los derechos civiles de las mujeres. Alfonsina Storni y el campo intelectual, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 479. 17 También, Claudia Lars (El Salvador, 1899­1974), Cecilia Meirelles (Brasil, 1901­1964), Enriqueta Arvelo Larriva (Venezuela 1886­1962), Cora Coralina. (Brasil 1889 – 1985). María Calcaño (Venezuela 1906­1956), Julia de Burgos (Puerto Rico 1914­1953), Gilca Machado (Brasil 1893­1980), Enriqueta Lisboa (Brasil 1904­1985) Josefina Plá (Paraguay 1909­), Cecilia Bustamante (Perú 1930 – 2006), Yolanda Westphalen (Perú 1925 ­). 18 Sonia Mattalia. Máscaras suele vestir. Pasión y revuelta: escrituras de mujeres en América Latina. Madrid: Iberoamericana, 2003, p. 145. 19 Bettina Pacheco. “Memorias de la infancia”, en: Gregory Zambrano. (Compilador). Mujer: Escritura, Imaginario y sociedad en América Latina. Mérida: Universidad de los Andes, 2004, p. 124. 20 Paloma Pérez. “Del “Titán laborador” a las “Muchachas escritoras”. Antología de escritoras antioqueñas, 1919­1950”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 221. 21Adriana Martínez­Fernández. “Sexo y sensibilidad: Recorridos temáticos y discursivos por la narrativa femenina en La Amortajada, Cambio de Armas,y La Nave de los Locos (1984)”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 425. 22 Olga Martha Peña Doria. “Las dramaturgas desobedientes de México (1920­1930)”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p.
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23 Rosario Castellanos. Sobre cultura femenina. México: Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 45. 24 Gabriela Cano. “Sobre Cultura Femenina de Rosario Castellanos”, en: Ob. Cit., p.

11. 25 María Inés Lagos Pope. “Relatos de formación de protagonista femenina en Hispanoamérica: Desde Ifigenia (1924) hasta Hagiografía de Narcisa la Bella (1985), en: Sara Castro­Klarén (Editora). Narrativa femenina en América Latina. Prácticas y Perspectivas Teóricas. Madrid: Iberoamericana, 2003. p, 237. 26 Raquel Gutiérrez Estupiñán. La realidad subterránea (Ensayo sobre la narrativa de Luisa Josefina Hernández). México: Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, 2000, p. 9. 27 Raquel de Queirós se convirtió en 1977 en la primera mujer que ingresó a la Academia Brasileña de Letras, y en 1992 publicó Memorial de Maria Moura. 28 María Fernández­Babineaux. “Patricia Galvao: entre la persona y el personaje”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 210. 29 Marco Martos. “Apuntes sobre la poesía de Blanca Varela”, en: Juan Andreo – Sara Beatriz Guardia. Historia de las mujeres en América Latina. Murcia: Universidad de Murcia – CEMHAL, 2002, p. 451. 30 Rachel Galvin. “El 'Gran Silencio' de Alejandra Pizarnik”, en: Ob. Cit. Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 366. 31 Cerca del corazón salvaje (1944), La ciudad sitiada (1949), Lazos de familia 1960), La manzana en la oscuridad (1961), La pasión según G. H. (1964), Aprendizaje o el libro de los placeres (1969), Agua viva y Felicidades clandestinas (1971), entre otros. 32 Un soplo de vida (fragmento). 33 Destacan también en la narrativa venezolana, Ana Teresa Torres y Milagros Mata Gil. 34 En 1995 le fue otorgado el Premio literario Latinoamericano Juan Rulfo, y entre 1996­1997 fue elegida Presidenta de la Academia Brasileña de Letras, convirtiéndose en la primera mujer
que presidía una academia literaria en el mundo. 35 Maribel Tovar Curiel. “La rebeldía y la marginalidad de las mujeres en Papeles de Pandora y Maldito Amor, de Rosario Ferré, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 279. 36 Estela Velarde. Perfumes letales y banquetes eróticos: Los mundos de Teresa Porzecanski. Montevideo: Linardi y Risso, 2005, p. 38. 37 Destacan también en la dramaturgia del Brasil, Maria Adelaide Amaral, e Ísis Baião. 38 Ana Lúcia Vieira de Andrade. “La Mujer Dramaturga en el Brasil del Siglo XX: ¿Entre los Márgenes de qué Centro?, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 345. 39 Elodia Xavier. Quarto de Despejo. Testimonio de una mujer subalterna, en: Ob. Cit., Mujer: Escritura, Imaginario y sociedad en América Latina. Mérida: Universidad de los Andes, 2004, p. 60. 40 Shelley Godsland. “El espejo lacaniano y la construcción de la identidad femenina: el caso de En breve cárcel (1981) de Sylvia Molloy”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 307. 41 Adriana Martínez­Fernández, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 429. 42 Marianella Collette. “La Llave de Luisa Valenzuela”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 257. 43 Maria Teresa Medeiros­Lichem. “El sujeto nómada y la exploración de la memoria en La travesía de Luisa Valenzuela”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 531. 44 Susana Reisz. “Estéticas complacientes y formas de desobediencia en la producción femenina actual: ¿Es posible el diálogo?”, en Ob. Cit., Narrativa
femenina en América Latina. Prácticas y Perspectivas Teóricas. Madrid, 2003. p,
343. 45 Zulma Nelly Martínez. “Martha Mercader: escuchando (y oyendo) las voces quedas del pasado”, en: Ob.Cit. Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 245. 46 En Centroamérica, están las voces de la salvadoreña, Claudia Lars, Claribel Alegría, y Rosalía Alarcón de Fames. 47 Mirna Yazmín Estrella Vega Gioconda Belli: entre la liberación y la utopía, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 376. 48 Llanto; Son vacas, somos puercos; El médico de los piratas; Duerme; Cielos de la Tierra, entre otras. 49 Erna Pfeiffer. “Las novelas históricas de Carmen Boullosa. ¿Una escritura posmoderna?, en Sara Castro­Klarén (Editora). Narrativa femenina en América Latina. Prácticas y Perspectivas Teóricas. Madrid: Iberoamericana, 2003. pp. 259­
275. 50 Sylvia Carullo. El culto del agua y su magia en Duerme, de Carmen Boullosa”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 297. 51 Georgia Seminet. La estética del espacio y la memoria en La Madriguera de Tununa Mercado”, en: Ob. Cit., Mujeres que escriben en América Latina. CEMHAL, 2007, p. 294. 52 Las memorias de Zélia Gattai (1916­) también configuran un espacio mágico inmerso en la melancolía de la rememoración: Anarquistas, Graças a Deus (1979), Um Chapéu para Viagem (1982), Sucederam­se Senhora Dona do Baile (1984), Reportagem Incompleta (1987), Jardim de Inverno (1988), Pipistrelo das Mil Cores (1989), O Segredo da Rua 18 (1991), Chão de Meninos (1992), Crônica de uma Namorada (1995), A Casa do Rio Vermelho (1999), y Città di Roma. 53 Susana Reisz. “Estéticas complacientes y formas de desobediencia en la producción femenina actual: ¿Es posible el diálogo?”, en: Ob. Cit., Narrativa femenina en América Latina. Prácticas y Perspectivas Teóricas. Madrid: Iberoamericana, 2003. pp. 332.

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