sábado, 9 de febrero de 2008

Graciela Perriconi, El lector: un ser habitado por palabras

Cuando pienso en el título de este artículo, me surgen imágenes múltiples de seres ocupados diariamente por vencer esos permanentes obstáculos que ocasiona la vida y además me sobrepone la sensación de mucho aislamiento y desamparado infantil, la necesidad de contar con una radio o un televisor encendido desde la mañana para estar informado, la creciente desprotección de vínculos que convaliden esa mentada tarea de estar comunicados de algún modo entre nosotros, un poco y como contrapartida la certeza de la soledad, de tantos silencios interiores, de no permitirnos un espacio para escuchar el ruido que provocan el malestar, el extrañamiento, el individualismo, esta rutina que incorporamos: la de no permitirnos "la intimidad"y el hábito de vivir en estado de zapping.

De eso se trata esta reflexión: hemos aceptado progresivamente la pérdida del lector y nos hemos convencido de que aquello que no aparece en una pantalla de televisión no existe como verdadero, "ser", decía Berkeley, "es ser visto" y para estos tiempos es ser visto en la televisión, bien visto por los periodistas y por los anunciantes.

Como el tiempo representa un papel fundamental en nuestras vidas y tiene un precio muy elevado en los medios, la urgencia del mensaje y la precariedad de la información instalaron la corriente de los fáciles pensadores, de los que dicen mucho en poco tiempo y espacio. Insisto el objetivo es pensar poco, o no pensar, no demorarse más que en el comentario fácil, la superficialidad y la idea de simulacro permanente, el "cómo si "piagetiano, jugamos a que todo nos importa, pero en realidad todo está teñido por una censura implícita, la censura de los medios, que muestran lo que les conviene, lo que vende, lo que anestesia.

Si la TV. privilegia a cierto número de fáciles pensadores que proponen el fast food cultural, alimento predigerido, prepensado, corto tiempo, limitada idea, ausente la palabra, por lo menos la que tiene sentido, es importante explorar las razones que esgrime la sociedad para convalidar esa conducta. Quizás la sociedad necesite este vacío. ¿Por qué ocurre?

Con buenos sentimientos, decía Gide, se hace mala literatura, pero con ellos aumenta el índice de audiencia. Es digno de reflexión el moralismo de los profesionales de la televisión, dice Pierre Bourdieu " nuestros presentadores de telediarios, nuestros moderadores de debates, los comentaristas deportivos, se han convertido, sin tener que esforzarse demasiado en solapados directores espirituales, portavoces de una moral pequeño burguesa, que dicen " lo que hay que pensar" de lo que ellos denominan los problemas de la sociedad, la delincuencia y la violencia en la escuela. Lo mismo ocurre con la literatura y el arte, los programas llamados "culturales " están al servicio del mercado que consume. No hay esfuerzos puestos en poner en marcha propuestas alternativas que confronten.

Se instauró la ideología del espectáculo, la información se ha convertido en un entretenimiento cotidiano: los diarios para semanalizarse aumentan el número de páginas, para aumentarlas luchan por la publicidad, aumentan más páginas, crean suplementos, tiene que contar algo y para hacerlo deben ir más allá de la noticia escueta, por lo tanto inventan la noticia o transforman en noticia lo que no es. Umberto Eco manifiesta en Cinco escritos morales todas las aristas de esta ausencia de ética que se manifiesta en los medios.

"En la medida que el juego es vertiginoso y que nadie sale de él, cada uno tiene algo que ganar y nada que perder. El lector pierde la cuenta y se olvida de lo que se ha dicho, en compensación el periódico lanza la noticia y el político saca el beneficio o el entrevistado o esa farsa de desnudamiento personal que son los tolks show. Es un pactum sceleris en perjuicio del ciudadano. Está tan extendido y aceptado que se ha convertido en costumbre no de dación sino de dicción ambiental. Pero como todos los delitos, al final no compensa, el precio es la falta de confianza y la reacción de total indiferencia de los lectores o televidentes." Este es el punto de confluencia para el hombre que está situado entre la necesidad de saber y el miedo a ser estafado en su disponibilidad.

Nuevo milenio, muchas ilusiones demoradas, otras derrotadas, todo amasado en palabras, gestos, signos de la decontrucción de un mundo que nos fue dado por la escuela y la familia.

Yo quiero detenerme, luego de esta referencia concreta a los medios, en las palabras, ese inevitable puente diario que nos vincula. Han sido afectadas por la rapidez, por el vértigo y sufrieron las consecuencias del descrédito y la desconfianza.

Este proceso que se manifiesta fuertemente en los comportamientos sociales tiene varias explicaciones, pero no podemos dejar de mencionar la primera que radica en el sistema económico que regula la vida de los hombres. El noeliberalismo se presentó bajo la apariencia de lo inevitable.

Se han impuesto como obvios una serie de presupuestos, volvamos a Bourdieu y a la siguiente cita:

" Se admite que el crecimiento máximo, es el fin último y único de las acciones humanas; o que es imposible resistir a las fuerzas económicas. En segundo lugar "se hace un corte radical que separa lo económico de los social, que queda al margen, abandonado a los sociólogos, como una especie de deshecho.

Otro presupuesto básico es el léxico común que nos comunica, que incorporamos cuando abrimos un diario o escuchamos la radio y que consiste en hablar con eufemismos".

" En Francia ya no se habla de patronal, sino de las fuerzas vivas de la nación, ya no se habla de despidos sino de degraissage ( desengrase) utilizando una analogía deportiva (un cuerpo vigoroso y sano tiene que estar delgado. Para anunciar que una empresa despedirá a 2000 trabajadores, se hablará de un valiente plan social de. También se juega con las asociaciones de palabras como flexibilidad, adaptabilidad, desregulación, con lo que se tiende a creer que el mensaje neoliberal es un mensaje universalista de liberación." En nuestro país se incorporaron estos y otros eufemismos: desvinculación para sortear despido, sinergizar para ocultar la supresión de la especialización: sumamos ¿qué? y ¿con quiénes? Y la falsa idea de que la globalización es una prolongación fatua del saber, así tenemos gerentes de hipermercados devenidos en directores generales de librerías, egresados en hotelería como directores de marketing, esas editoras de libros de textos:

No importa el "back ground" de una persona, importa la ventana por la que entró y su probada eficiencia en convencer que el mercado es uno, no interesa el rubro.

La desmitificación de la cultura entró en acción de forma devastadora y la pobreza se instaló en el más sensible de los mundos culturales: el mundo del libro.

Se ha creado un nuevo mito, el de la mundialización del dinero, sin caras, sin nombres. Este ha generado como vimos, palabras cargadas de diferentes significados.

Las citas incorporadas dentro del artículo no son caprichosas ni arbitrarias, el lenguaje se explica a sí mismo ahora como en otras épocas donde "el silencio era salud", o "pertenecer tenía sus beneficios" y "todo iba a ser mejor tomando una marca de gaseosa"... Y así como las palabras fueron haciendo el tejido explícito de una ideología que nos poseyó, que es mundial, no local y que ha separado al hombre del trabajo instaurando la lógica de la inseguridad, la inestabilidad, el futuro incierto, el cambio permanente.

El zapping hecho vida, y la vida en vuelo rasante atrapándonos a nosotros, los que creíamos en utopías y vivíamos confiados en un futuro mejor.

En medio de todo, nos habita el lenguaje, el mismo con el que tenemos que hacer el esfuerzo de recuperarnos, de resistir, de proponer otras salidas, de reaccionar. De eso se trata de reaccionar.

Solo la palabra liberará América, decía un famoso escritor contemporáneo. Solo la palabra no, la palabra acompañada por una conducta ética, por una acción reparadora, una conducta que recree valores y que se apoye en la única utopía que nos queda: la esperanza.

¿Y qué decir del rol de los todavía llamados intelectuales?, ¿Por que se ha pasado del intelectual comprometido al intelectual desentendido?

Este participa tibiamente de la ideología de la competencia, porque no se puede estar sin ser visto, ni se puede disentir severamente salvo que éste tenga mucho poder social porque va a ser neutralizado por el medio que no le permite mostrarse. La globalización ha borrado lentamente las barreras de las diferencias intelectuales y ha marcado salvajemente otras las diferencias culturales, económicas, raciales, sexuales. Me pregunto por qué razón, quizas los lectores se pregunten lo mismo he abordado el tema de los medios y los libros desde un encuadre sociológico.

Porque creo que para estar habitado hay que preparar el ámbito, hay que construir el nido, hay que crear los espacios y este es el compromiso de quienes trabajamos con la palabra.

Nosotros, los tantos que estamos implícitos en esta reflexión y los que no están todavía queremos reaccionar haciendo. Y es aquí donde la literatura puede legitimar su lugar, la complicidad con el lector sin intereses materiales, el"entrañamiento" con los aspectos más nobles del hombre y como consecuencia la proximidad con la vida, con tiempos sin urgencias, donde pensar sea una actividad de la inteligencia y de la conciencia no negociable y hablar usando un tiempo, fundando argumentos. En síntesis una práctica gratuita, íntegra e inteligente.

Las palabras han tenido un efecto poderoso en mí, no sé si mi experiencia es trasladable, la palabra me dio y me da la certeza de estar siempre con alguien, y de saberme, de recrearme como persona, me fue haciendo en el tiempo una silueta de mi paso por la vida. Y la literatura me dio más aún, me generó ideas prodigiosas en la medida que me introduje en la telaraña de su tejido protector, pude ejercer el derecho a decir y esto acarreó un efecto curativo en los peores momentos en los que recurrí a ella con la seguridad de encontrarme con los otros y de buscar repuestas acompañada.

La palabra me habita y permitió entablar un diálogo, diálogo que no pude tener con ningún otro medio ¿ Quién dice que no sirve para dar cuenta de la vida?

Graciela Montes en uno de los pequeños ensayos que forman su libro La frontera indómita concreta mi pensamiento "Si la literatura sirve?,Creo que sí, a mí me sirvió pero no del mismo modo en que sirvieron las ideas, las ideas me ayudaron a ordenar el mundo.

La literatura me hace sentir que el mundo esta siempre ahí, no horadado, sino disponible que siempre se puede empezar de nuevo. "

Y ese es el estado de cuenta de este intercambio, la aceptación de que siempre se puede empezar de nuevo, de que las palabras dicen de nosotros, que son confiables y que el camino ya no está, hay que construirlo nuevamente, rescatando esa inevitable sensación de estar cerca de, no aislarnos. El hombre necesita recuperar la fe en su discurso, ser creíble, hacerlo creíble, convalidarlo con los hechos, mostrarse, dar razones y buenas, leer con tiempo, pensar sin urgencias, darse tiempo para pensar, para desear, para amar y para separarse de las cosas que lo enajenan como persona.

Afirma Pennac " El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.

Los escasos adultos que me han dado de leer se han borrado siempre delante de los libros y se han cuidado mucho de preguntarme qué había entendido en ellos.

A ésos, evidentemente, hablaba de mis lecturas. A ellos vivos o muertos yo les dedico estas páginas."

Y yo les dedico estas reflexiones a aquellos que estamos dispuestos a compartir palabras con los otros, a entablar ese diálogo amoroso del que nos hablaba Jaspers que nos hace humanos, sufrientes y combativos.

Creo con más fuerza hoy que en otros momentos de esta sociedad en la que vivo que: devolvernos la palabra es un acto de generosidad democrática, para que nadie pueda decir que la culpa de lo que nos pasa es ajena y para que la pobreza que nos asiste: desde la que duele en la panza hasta la que se advierte en la inteligencia, no alimente nunca más fantasías mesiánicas ni promesas imposibles.

Para combatir la inercia interior está la confianza en la vida, sí, la confianza en la vida como un acto de resistencia, y éste como un camino posible. Allí habitan las palabras, seguramente allí encontraremos a los lectores.


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