apenas pájaros
viento que levanta arena.
Busco piedras, de las oscuras,
empujo dentro de sus cicatrices y verdines
palabras y mandatos de mi madre
guardadas por mí durante años
de no ser y confundir mi viaje.
Elegí la piedra más rayada
dentro de ella deposité
esa frase que me regaló hace unos días:
“No podrá durarle el
amor, ya no es tiempo”
Como lanzadora de disco
repartí el peso de mi cuerpo
me balanceé
sobre las piernas
giré el torso y la vi volar
ascender primero
caer en picada para enterrarse detrás de la rompiente.
Para: “no será
escritora” busqué otra clase de
piedra.
Antes de lanzarla grité y grité acompañando el
movimiento,
la dejé caer
cayó lejos.
Prohibiciones. No placer.
No pequeñas cosas cotidianas. No vínculo amoroso.
Para eso elegí una piedra verde
atravesada por espolones de algas.
Intenté mandarla lejos
pero era pesada.
Miré a mí alrededor.
Levanté una, la más pequeña,
la acompañé con aullidos de viento.
Casi sonido de ballena, llanto primitivo, chorro
espumoso
volando pesadas aves de colas y cabezas
bordean
se asoman
respiran.
Nos recuerdan al aparearse y parir lamiendo
sus crías más queridas.
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